Vuelvo a los blogs luego de meses y lo hago para hablar de lo que siento tras la partida del gran Ronnie James Dio. Recuerdo que luego de que él mismo anunciara que se le había diagnosticado un cáncer al estómago, pensé que él podría superar esta adversidad y acabar con este dragón. Fue una tremenda tristeza enterarme ayer (luego de pasar el día con mi polola y ver harto fútbol) que la más grandiosa voz del Metal nos ha dejado, pero me gustaría celebrar la vida de Ronnie James Dio en vez de llorar su muerte.

Obviamente tuve que escuchar su material solista y de su carrera con Rainbow. Si bien sus discos de estudio son realmente formidable, el verdadero poder de Dio siempre estuvo presente en el escenario, donde ponía sus caras malulonas, hacía los cuernos con sus manos (que él explicaría en el documental "Metal, a Headbanger's Journey", viene de ver a su abuela haciendo el Malocchio, protegerse del mal de ojo o echárselo a alguien) o el corear los riffs pegajosos de algunas canciones. Diría que Dio tenía esa capacidad de hacerte sentir que estabas poco menos que en el armagedón, pero al mismo tiempo en el mejor carrete de tu vida con tus amigos por la sensación de cercanía y compromiso que tenía con todo el mundo del metal, podía ser bien el mismísimo mandinga en persona, o tu abuelo que te hablaba de la vida o tu mejor amigo con el que podías reír y dar jugo sin parar.
Lo que sí me entristece y mucho es que no tendremos más oportunidades de verlo en vivo y en directo, ni de escuchar nuevas composiciones suyas, ni de escuchar sus palabras acerca de la escena musical. Esta fue la batalla que el Pequeño Coloso no pudo ganar, pero él jamás perdió la guerra porque sin importar la música basura que esté de moda, ni las persecusiones de grupos conservadores, ni todas esas bandas de falso Rock, ni nada que intente matar al Rock N Roll, Dio y su música seguirán vivos en tanto nos pongamos a escuchar un tema suyo o lo tengamos presente en nuestra mente y corazones.
Rock In Peace, Ronnie James Dio.